Las diferencias entre el Fondo Monetario Internacional y el Gobierno de La Libertad Avanza parecen profundizarse. Al menos esa impresión hubo con el último “staff report”, donde para muchos el organismo multilateral pidió una devaluación, aumento de tarifas y más ajuste.
Todo esto en un contexto donde tanto el ministro de Economía, Luis Caputo, como el presidente de la Nación, Javier Milei, pretenden que el FMI les otorgue dólares frescos para poder así salir del cepo, una de las principales promesas de campaña del economista libertario.
Aquí también radican diferencias. El organismo impuso condiciones para la implementación de una competencia de monedas en el marco del inicio de las negociaciones por lo recién mencionado.
No obstante, el FMI celebra varios logros del gobierno, como el superávit fiscal, la deceleración de la inflación y la acumulación de reservas; y hay coincidencias en la necesidad de que haya un relajamiento del cepo cambiario con el objetivo de que permitan una transición hacia un nuevo régimen de «competencia monetaria» que se asemeje «al sistema de flotación administrada que prevalece hoy en Perú y Uruguay».
En su último staff report, lo que le permitió a las arcas del BCRA obtener 800 millones de dólares, el FMI señaló que «la estabilidad de precios sigue siendo un objetivo primordial del banco central, en un contexto en el que los individuos son libres de ahorrar y realizar transacciones en las monedas de su elección».
Como sea, con lo que refiero de los casos de Uruguay y Perú se trata de un esquema a de una economía bimonetaria, en la que la utilización de la moneda norteamericana está permitida para el ahorro y el intercambio, con un fuerte proceso de política monetaria por detrás.
Esto va en contra de lo que pretende Milei, quien plantea un régimen en el que el dólar y el peso convivan con una Base Monetaria (dinero en circulación) fija y el peso sea el «bien escaso». En este caso, la remonetización de la economía vendría del lado de la dolarización endógena: divisas en manos del público o abajo del colchón.
Volviendo a los modelos de los piases vecinos, Perú aparece como el que más se adapta a los próximos pasos que quiere dar el Gobierno en materia monetaria y cambiaria.
Allí se implementó el esquema que está vigente en la actualidad a principios de la década de 1990, con Alberto Fujimori en el poder y como respuesta a la hiperinflación que había dejado su antecesor, Alan García. Fue casi al mismo tiempo que el inicio de la Convertibilidad. La diferencia es que en ese país el modelo ya lleva inalterado más de 30 años, mientras que el “1 a 1″ duró poco más de diez años.
A pesar de inestabilidad política que provocó varios cambios en el mando presidencial en poco tiempo, la inflación de Perú se mantiene entre las más bajas de la región y el presidente del Banco Central, Julio Velarde Flores, ocupa su cargo ininterrumpidamente desde 2006.
“En Perú existe la competencia de monedas hace décadas, básicamente entre el dólar y el sol. Pero a medida que la economía se fue estabilizando, la gente prefirió operar con la moneda local de manera creciente”, explica Horacio Liendo, exdirector del Banco Central y exsubsecretario de Financiamiento durante la gestión de Domingo Cavallo.
Vale recordar que la propia subdirectora gerente del Fondo, Gita Gopinath, le bajó el pulgar a una eventual dolarización, lo que dificultaría posibles planes del Gobierno para avanzar en esa dirección, algo que ya se descarta para el corto o mediano plazo.
Es por eso que Javier Milei debe comenzar a dejar atrás su promesa de dolarización y mirar con buenos ojos los esquemas peruano y uruguayos. Al menos así se lo exige el FMI.
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