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Ofrecimiento colectivo de tabaco al kutral por nuestro bienestar y el de otros. De espaldas, Marco. Foto: Laura Martínez Vai.
Desde el atardecer del viernes 21 y hasta la madrugada del sábado 22 de junio se celebró en el Centro Cultural Antü Quillén la ceremonia ancestral mapuche del Wiñoy Tripantü, el año nuevo mapuche, en donde se acompaña al sol hasta el comienzo de otro ciclo en donde la naturaleza – y nosotros mismos – renueva su energía vital. “Acá se viene a aprender”, explicó con alegría un referente mapuche que acompañó la ceremonia. Por Laura Martínez Vai, para ANRed.
“Los abuelos de antes decían que el año nuevo mapuche dura tres días – explicó Sergio, un peñi que ofició de acompañante en la ceremonia ancestral – Son tres días que se van estirando y a partir del 24 empiezan a alargarse los días y acortarse las noches”, concluyó. Así es como nos fuimos enterando que una comunidad de Loma del Medio y otra de Cuesta del Ternero lo festejaban, una el 22 y la otra el 23 y además se invitaban unas otras a asistir a la propia.
“Desde la línea del Ecuador hasta Tierra del Fuego esta noche todos los pueblos indígenas del continente están encendiendo un fuego como éste. Son un montón de fueguitos que acompañan a la tierra en el cierre de un ciclo y el comienzo de algo nuevo. Es una fiesta de alegría”, recalcó, además, Marco, un hombre de origen nahual proveniente de México,que también ofició de acompañante en esa noche de Wiñoy Tripantu.
“Aquí se viene a aprender”, había dicho Sergio con energía. Su porte era erguido y llevaba el pelo corto y entrecano ataviado con un trailonko de hermosas figuras tejidas a mano. Él había participado de muchos Wiñoy Tripantü: “Siempre consultábamos a los abuelos qué cosa había que hacer y qué no. El ahum es de agradecimiento, pedido, o lo que se quiera. La ñuke mapu que se manifiesta a través de la renovación del tiempo, renueva su fuerza. El sentido del Wiñoy Tripantü para nosotros es que entramos en sintonía con esa fuerza, con ese ciclo nuevo que nos va a dar nueva vida. Y nosotros solamente acompañar, como persona, como che, como un elemento más de las naturaleza. Acompañamos esas manifestaciones de la madre tierra, haciendo algo sencillo como una danza, una oración, un pedido de corazón”.
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C. Antü Quillén, reconstruído por la comunidad luego de un incendio en 2018 (Imagen: Instagram AQ)
“Wüñol Tripantu es el cambio de ciclo para nosotros, los mapuche,” – se narra en un video de la revista digital Territorio Ancestral” – quienes comprendemos el tiempo como cíclico y no lineal. Consiste en que el sol llegará a su punto máximo en el hemisferio sur, el 21 de junio del calendario gregoriano, para luego iniciar su regreso al hemisferio norte, donde su punto máximo será el 21 de diciembre, siendo éste el ciclo solar. Este fenómeno es conocido por la ciencia como el solsticio de invierno, en el cual se produce la noche más larga, donde los mapuche nombramos ‘Wüñol Tripantu’. A partir del We Tripantu, el sol comienza a alargarse en una pata de gallo, kiñe trekan alka. Nosotros los mapuche observábamos los astros y el Ngaw poñü, -papas aglomeradas- (las pléyades) nos anunciaban la llegada del Wüñol Tripantu, ya que ésta brillaba más de lo habitual en ésta fecha. Durante el We tripantu la naturaleza se renueva, comienza un nuevo ciclo, y junto a ella nosotros, quienes nos hemos preparado para renovar nuestro espíritu y las energías. Es por ello que velábamos durante la noche, contando epew, realizando ülkantun, conversando, para luego, antes del amanecer ir a algún río y bañarnos para comenzar el nuevo ciclo con toda la energía. Luego, en familia, hacer ngillatuñ, rogativa, para pedir nuestra familia, animales y nuestra tierra, además de agradecer. Luego compartimos con la comunidad en ngillatuñ, rogativa y juegos propios de nuestro ancestros, ya que es un día de alegría”.
Viaje al viaje de la tierra
Viajamos desde el Bolsón a Epuyén (35 kilómetros) ese viernes 20 para llegar al fogón que se encendería a las 17. Ibamos con Ada y Juan de La Cuarta Puerta y llevábamos una cámara, bolsas de dormir, verdura e instrumentos musicales. La invitación abierta a la comunidad había sido hecha desde instagram y lo organizaba el Centro Cultural Antú Quillén, reconstruído por la comunidad después de un incendio provocado por un desperfecto eléctrico en 2018. El Antú Quillén se encuentra ubicado en el Parque Municipal Puerto Bonito, sobre la ladera de una montaña boscosa y a escasos metros del Lago Epuyén, provincia de Chubut.
Al llegar, las mujeres prendieron el kütral (fuego) sagrado para dar inicio al Wiñoy Tripantü. Allí nos acercamos todos con un puñadito de hojas de tabaco para que “el abuelo fuego” recibiera nuestros de deseos de curación y agradecimiento, para sí mismos y para otros.
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Encendido del Fogón antes de la caída de Antú (el sol) Foto: Laura Martínez Vai
Al costado del Kütral, en una tarima, había dispuestos algunos instrumentos musicales de la cultura mapuche: kultrún, ñorquín, trutuca; y tambien sahumos para el fuego: palo santo, plantas aromáticas y una vasija de barro con hojas de tabaco.
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Al costado del fogón: tarima para instrumentos y sahumos
Este primer fogón fue continuado, por así decirlo, en el predio de artesanos, a algunas cuadras de allí, donde insólitamente éramos escoltados por un camión de bomberos. De todos modos, a consideración de los guías espirituales de Wiñoy “todo va bien, porque no hay lluvia ni viento”, lo cual significaba para ellos que la naturaleza estaba aceptando nuestra ofrenda “de respeto” mientras transcurría la ceremonia.
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“Traslado” del kutral ceremonial al predio de artesanos (con los bomberos). Foto: Producción propia
Allí, recomenzamos nuestra ceremonia. Algunas mujeres y sus pichi ke che (niños) se fueron a casa porque la noche de vigilia iba a ser larga, al aire libre y en pleno invierno. Todos volverían al amanecer. Pero también llegaron visitantes, muchos de ellos no mapuche y otros, miembros de las comunidades, quienes se fueron agiornando a la celebración absolutamente pacífica y profundamente religiosa. Algunos habían llevado guitarra ó tambores y todos cantamos y nos entretuvimos mientras se cocinaba un guiso a la canasta, ahumado en el fogón central. A medida que pasaba el tiempo sentí que nos íbamos transformando en una gran familia humana que, en absoluta paz y armonía, compartía la vida.
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Vigilia por el Wiñoy Tripantú en torno al kutral sagrado. Foto: Laura Martínez Vai
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Cocinando un guiso a la canasta. Foto: producción propia.
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Escuchando relatos, mitos y pewmas (sueños). Foto: producción propia.
Vigilia y patrulleros
La vigilia duró toda la noche y, a las 00.02 todos nos fuimos a hacer una rogativa en el predio aledaño. Esta rogativa consistía en hacer una gran ronda alrededor de un lugar sagrado, tocando los kultrunes y girando hacia un lado, para luego decir en voz alta algún deseo de bienestar y/o agradecimiento. A las 00.04 se repitió la ceremonia, pero ésta vez giramos para el lado opuesto y, en medio de ésto, apareció sigilosamente un patrullero con sus chillonas luces azuladas, que, de todas maneras, no logró romper la concentración y la energía positiva que allí se estaba generando.
Luego, en el fogón, contamos nuestros sentires y experiencias y también se compartieron Pewmas (sueños) y sus significados. También se compartió el kimún (conocimiento) contando mitos y relatos de la cosmovisión mapuche. “Acá se viene a aprender”, había dicho Sergio. Y poco a poco mi cuerpo fue entendiendo a qué se refería. Como estaba prohibido el alcohol, todos el mundo estaba muy despierto y en el trawn (encuentro, conversación) se hicieron muchas alusiones a las percepciones de cada uno en esa noche particular de solsticio.
El Nguillatún
Antes del amanecer, volvió la gente que se había ido a su casa, y enseguida se convocó a todos a subir al primer fogón, donde ya no había rastros de bomberos ni de policías. Después de revivir aquel primer kutral que había recibido nuestro tabaco, y sentir que ya estaba amaneciendo, alguien saludó con fuerza “buenos días”. Era Carolina, una anciana mapuche que en un principio habló sólo en mapuzungün. Fue ella quien dirigió el Nguillatún del Wiñoy Tripantu aquella madrugada del 21 de junio. Fue un momento de tanto “poder”, que las fotos salieron fuera de foco. Aparte de que empezó a llover y luego hasta nevó un poco.
Durante la rogativa y siguiendo la fuerza de los kultrunes, lloré serenamente comprendiendo por primera vez el lugar que ocupo en ésta tierra: ser solamente un humano, un che, cuyo rol en ése instante era darle la bienvenida a Antü, el sol, junto a los demás seres vivientes, la montaña, el lago, los animales, los pájaros y los arroyos.
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Wiñoy Tripantü (la nueva salida del sol). Foto: Laura M. Vai.
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Nguillatún (Rogativa) dirigida por la Ñana (abuela) Carolina.
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Nguillatún. “¡Nehuén Antü! ¡Nehuén Antü!” “Que no haya enfermedades malas” decía la gente. Foto: Producción propia.
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Nguillatún junto al Lago Epuyen. Foto: Producción propia.
Al finalizar la rogativa la Ñaña pidió que calentaran una pava de mate en el fogón, mientras llovía cada vez más, pero a nadie parecía importarle. Realmente, era un día nuevo y había una sensación de renovación. Todos estaban alegres y nos empezamos a dispersar, despidiéndonos con alegría…¡Era Año Nuevo!