El Gobierno Nacional que conduce Javier Milei abrochó una semana de éxitos que le sirvió para dejar atrás el escándalo Petovello, así como los indicadores financieros que habían provocado remezones en las bases de sustentación de una administración teóricamente débil, pero que en realidad es más fuerte de lo que sus detractores imaginaban.
Tan fuerte resultó la estructura que armó Milei para aplicar su controvertido plan antiinflacionario que con un bloque de solamente siete senadores logró la segunda media sanción de su Ley Bases, que mutilada y acomodada a las pretensiones de distintos grupos de interés emergió de la Cámara alta con el desempate de Victoria Villarruel, una vicepresidenta con proyecto propio que aprovechó la paridad para el lucimiento personal.
De consuno llegó la liberación de 800 millones de dólares del FMI para autopagarse en un movimiento financiero que no implica desembolso de divisa contante y sonante, pero sí una demostración de confianza en las recetas del presidente libertario, quien completó su colección de buenas noticias con la prórroga del swap chino y la mejor cifra de inflación decreciente desde 2022, con un 4.2 por ciento en mayo.
Así, con el viento de cola de los aciertos logrados por la estrategia negociadora de su eficaz jefe de Gabinete, Guillermo Francos, el jefe de Estado viajó a la cumbre del G7 para codearse con los líderes mundiales, abrazarse una vez más con el Papa Francisco y dejarse fotografiar a los arrumacos con Georgia Meloni, la premier italiana de derecha a quien sus fanáticos intentan instalar como la próxima consorte del “rey” león, que para colmo luce las patillas más largas que de costumbre, en una reminiscencia donjuanesca del Menem más caudillesco.
También se hizo tiempo el presidente argentino para volar hasta Suiza a fun de convalidar el clamor de paz lanzado por Ucrania mediante una promesa inquietante al más equivalente de sus pares, el ex comediante televisivo Volodimir Zelenski, a la sazón presidente del país invadido por su tocayo Vladimir Putin.
¿Qué le prometió Milei a su colega invadido? Además de apoyo político en lo discursivo, donaciones de material bélico argentino para que Ucrania repela las hostilidades rusas. Tirarle pelotitas de papel a un gigante armado con ojivas nucleares no pareciera lo más prudente. ¿Era necesario llegar a esos niveles en la toma de posición contra la guerra? No, pero estamos hablando de Milei, una anguila de la nueva política, con aptitudes para mudar de camuflaje cada vez que las necesidades se convierten en oportunidades.
Escurridizo y bravucón, showman sin temor al ridículo, arriesga su capital político en cada movimiento con una personalidad desconcertante hasta para sus más cercanos. Sabe hacer ruido con pocas nueces para denostar a Lula Da Silva un día, y al día siguiente conseguir gas financiado por Petrobras, incluidos el posteo de las banderas verdeamarela y albiceleste entrelazadas en clave de hermandad latinoamericana.
Asimismo, dice que viene a luchar contra el comunismo como si estuviera protagonizando la Guerra Fría de los 60, pero logra la continuidad del crédito de yuanes otorgado por Xi Ximping y, acto seguido, sin ponerse colorado, enarbola el pabellón chino en las redes sociales. Un giro más de sus tantas contradicciones provocadas exprofeso. Cambios de marcha y contramarcha en una gestión que troca de rictus pero mantiene el rumbo de fondo: instalar un sistema económico y político ultraliberal que se deshaga del valor solidaridad, del principio de justicia social y del Estado regulador de las asimetrías sociales.
Y lo interesante (triste para quien esto escribe) es que medio país está de acuerdo con los planes del libertario. Como si ya no importara que el vecino de al lado se quedó sin trabajo con hijos pequeños qué alimentar, como si todo estuviera bien mientras el plato de comida no falte en la propia mesa, con una secuencia creciente de pordioseros en modo “zombie” durmiendo en los pórticos de la peatonal Florida o buscando un bocado de cualquier cosa en el basurero de la vereda.
La represión que acompañó como telón de fondo la sanción de la Ley Bases en el Senado así lo demuestra. Basta con leer los millares de comentarios celebratorios de la garroteada propinada por las fuerzas al mando de Patricia Bullrich para comprender que todo ese gigantesco acting de la exageración oficialista, con el lisérgico argumento de que se desbarató un golpe de Estado, es nada más que una puesta en escena para congraciarse con los fanáticos de la cachiporra, que han salido del closet con las calcomanías del Falcon verde tatuadas en la frente.
Y la manifestación encabezada por los movimientos sociales, tan desprestigiados por haber sido parte de la turbia maquinaria clientelar del kirchnerismo, resultó funcional a esa vidriera del orgullo facho en la que se vanagloriaron los adherentes al plan libertario, entre los que no hay solamente superempresarios como Marcos Galperín, sino también (y en frondoso follaje) laburantes corroídos por la caída del poder adquisitivo, obligados a cambiar sus dietas, a comer raleado y a sacar a sus hijos de la escuela privada.
Las escenas que se vieron en las adyacencias del Congreso el día de la sanción fueron inerciales. Por inercia protestaron los manifestantes cuando ya era sabido que la Ley Bases en algún momento iba a ser aprobada por los senadores más permeables a los favores, promesas y regalías distribuidas por el Poder Ejecutivo; y por inercia reprimieron los federales para cumplir con el rito clásico de oscurecer el panorama por medio de infiltrados que, también por inercia, hicieron lo de siempre: tumbar autos, prenderles fuego y armar la fotografía del caos.
Este columnista en ocasiones despunta el vicio de la viñeta con aspiraciones cómicas. Después de aquella tarde para el olvido, el chiste firmado con el apodo “Billy” que publiqué en mis redes mostró a una mujer invitando a un policía a quitarse el casco para sumarse al “lado bueno” del piquete. El agente de azul responde que no puede hacerlo, pero no por profundas convicciones que lo obligan a cumplir con las órdenes superiores del poder institucionalizado al que representa, sino porque es pelado y tiene vergüenza de mostrar su calvicie en público.
Así de tontos fueron los episodios acaecidos en derredor del Palacio Legislativo y en la Plaza de los Dos Congresos. Innecesarios, sobreactuados, injustos, con mano de obra desocupada que apareció en los noticieros incendiando el móvil de Cadena 3 pero que hasta ahora nadie identificó ni detuvo. Porque a los dos bandos les sirve la violencia en razón de que la oposición busca elevar el costo político que habrá de pagar el Gobierno por el ajuste, mientras que el oficialismo pretende congraciarse con el club de admiradores del borceguí mediante demostraciones mano dura.
Después apareció Cristina Fernández de Kirchner advirtiendo sobre el peligro de los planes que ejecuta Milei, como si fuera que sus análisis lograsen predicamento más allá de la minoría que todavía la idolatra. Señora ex presidente y ex vicepresidenta: es demasiado tarde. Para evitar la injusticia social que carga sobre los jubilados el 80 por ciento del proyecto déficit cero no basta que salga a pontificar con su rayo peronizador. Si hubiera contribuido a desarrollar un buen gobierno en los 4 años del albertismo (un engendro parido de su ecosistema), probablemente no habría un topo destructor del Estado al frente del Estado.
Milei ya ganó. Bullrich ya se reinstaló al frente de la seguridad pública, Stiuso ya volvió a comandar la SIDE, Sturzenegger ya escribió el DNU de acuerdo a los intereses supremos de las corporaciones que se enriquecieron y seguirán haciéndolo a expensas de las bases de la pirámide social. Todo está como era entonces. Como si fuera un chiste tonto, pero en la vida real.
Fuente: https://www.ellitoral.com.ar/corrientes/2024-6-16-0-39-0-un-chiste-tonto