Cuando a Horacio Altuna (dibujante, ilustrador, guionista, figura internacional del comic) le preguntan cuanto tiempo pasó desde su última visita a la Argentina, primero contiene una sonrisa, luego menciona el número (cinco) y enseguida aclara: “Yo nunca me fui de acá. Les pasa a muchos de los que se fueron a vivir lejos. ¿Una autodefensa medio esquizo? Puede ser. Pero apenas pongo los pies acá me parece que nunca me hubiera ido”.
Hace 42 años, todavía en dictadura y ya conocido artista gráfico, emigró a España con familia completa y se radicó en Sitges, un bello pueblo costero, en Cataluña, de 35.000 habitantes. Pero su escuelita es de acá y en publicaciones míticas de Editorial Columba, como El Tony, D’Artagnan, Fantasía. En Kabul de Bengala acompañó desde el dibujo a la mano creadora de Héctor Germán Oesterheld. A partir de entonces hizo una carrera extraordinaria, publicó tiras y libros en más de quince países, fundamentalmente en la Argentina y en España; acompañó como figura el boom de la historieta en Europa; militó a favor de mejorar los derechos laborales y de contratación de los dibujantes y aún hoy es el presidente honorario de la Asociación del Cómic de España, entidad que antes presidió.
Antes de asentarse en Barcelona, ya hacía siete años que publicaba, desde España, la tira de su personaje más celebrado: El Loco Chávez, un periodista que vivía innumerables aventuras, logros, frustraciones, amoríos, todo desde la redacción de un diario importante y en el marco inequívoco de Buenos Aires. El Loco se convirtió en un auténtico ídolo de papel (me incluyo en esa idolatría), al punto de que muchos lectores pensaban que era alguien de carne y hueso. La tira se publicó desde 1975 en 4.283 ediciones de Clarín hasta el 11 de noviembre de 1987, cuando con semblante atribulado hizo pública su salida: “Hoy es mi último día de laburo en el diario”. Altuna continuó vinculado hasta hace un año. De 1994 a 2002 desarrolló la saga de El Nene Montanaro y en el 2023 le tocó despedir a Es lo que hay, un grupo reconocible con rasgos de familia disfuncional, todos ellos parientes cercanos de Familia Tipo, que durante años apareció en El Periódico de Cataluña. Con el querido y recordado Carlos Trillo sosteniendo los argumentos, publicó en nuestro país y en distintos idiomas por el mundo historias como Las puertitas del señor López (llegó al cine en 1988, dirigida por Alberto Fischerman), El último recreo, Merdichesky, Tragaperras, entre otras.
Los cambiantes rumbos laborales de su padre —bancario del hoy amenazado Banco Nación— lo volvieron habitante de 14 ciudades diferentes. La que está en su corazón es Lobos, a poquito menos de 100 kilómetros de CABA, y allí volverá en estos días, también para honrar la memoria de su amigo Beto, fallecido hace poco. Cuando está lejos, en ese lugar en donde ya casi pasó media vida, extraña de aquí la posibilidad de hacer largas caminatas y los sabores y olores propios del lugar, no necesariamente los de las comidas. Está muy al tanto de la actualidad argentina. Lee varios diarios y columnistas con los que no concuerda casi nunca: “Me interesa saber que cuentan los que piensan diferente a mí”, dice. También lee otros medios de cuyas posiciones se siente cercano, como El Cohete a la Luna. Lo que le resulta difícil de digerir es no poder ver con facilidad los partidos de Racing, ya que la diferencia horaria los programa en horas de madrugada.
Esta entrevista se realizó en un café de Palermo, lo que le arranca un comentario. “Hay bares allá, por supuesto, pero es difícil encontrar como este, con grandes ventanales a la calle. Librerías también hay cantidad [en España y en Cataluña], pero ni una en Sitges (…). · Comparo realidades, lo que se vive en espejo y en lo que nos diferenciamos. Han pasado años y no pude explicar el pensamiento peronista. En parte porque es difícil que un español entienda lo nuestro leyendo a El País o a La Nación”. Obvio, ahora le preguntan bastante por Milei. “Es un tema permanente. Explico lo que puedo, pero en un momento coincidimos en la angustia que nos provoca el avance de la derecha y de la ultra-derecha en tantos lugares”.
Dibuje, Maestro
En 1989 completó una tarea memorable: dibujó cuadro a cuadro las escenas de la película Gringo Viejo, de Luis Puenzo. Altuna tiene tres hijos adultos. Julián y Emiliano (que vive en Campeche, México), que trabajan en el mundo del cine y la televisión y son docentes de esas especialidades. El tercero, Pablo, es odontólogo y ejerce en Barcelona. Como se ve, medio lejos de la tinta y los plumines y en este tiempo de la computadora. Altuna ganó el premio Yellow Kid en 1986 y en 2004 una especie de Oscar para los artistas gráficos que se entrega en Lucca, Italia. Por las inquietantes formas de las mujeres que delineó (solo por nombrar a una, la espectacular Pampita, la pareja de El Loco) es reconocido como un especialista en “erotismo gráfico”.
Desde hace tiempo, y lo manifestó de distintas maneras, le fastidia la presión social de lo políticamente correcto. “No me gusta que haya alguien que le ponga límites, por ejemplo, al humor. Pienso igual que Cascioli (N del R: creador de Satiricón y Humor), que creía que se debería poder hacer humor con cualquier tema. Grandes dibujantes y humoristas de hace 30 ó 40 años, como El Perich, Gila, Chumy Chumez, hasta el Negro Fontanarrosa, con su Boogie el aceitoso, hoy serían mal mirados”. Fanático del jazz, encara el sueño de hacer una historia que abarque cuatro etapas importantes, hot, swing, bop y free jazz. “Ya tengo listo uno. Completarlo calculo que podría llevarme unos cinco años más. No sé si llegaré”, dice y no se asusta. “Es simple. Por edad puedo decir que ya estoy jugando tiempo de descuento. Pero, aun así, no estoy jubilado. Tengo muchos proyectos individuales y otros que los estoy desarrollando en Orsai, la editorial de Hernán Casciari. Trabajar con él es el sueño del pibe”, dice, y se siente un pibe.
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Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/el-loco-altuna-y-sus-personajes/