La ciencia también confirmó el impacto de un gran asteroide o cometa en un periodo de tiempo no mayor a 500 años. Este evento ya ha ocurrido en el pasado, siendo el más famoso el que provocó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. La NASA y otras agencias espaciales monitorean constantemente el espacio en busca de objetos cercanos a la Tierra que podrían representar una amenaza. Aunque actualmente no hay asteroides identificados con trayectorias de colisión inminente, la posibilidad no puede descartarse en el futuro.
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El cambio climático, sin embargo, es la peor de las amenazas, ya que es la más inmediata y tangible. Los científicos advierten que, si no se toman medidas drásticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, las consecuencias podrían ser catastróficas. El aumento del nivel del mar, fenómenos meteorológicos extremos, pérdida de biodiversidad y crisis alimentaria son algunos de los escenarios que podrían desencadenar un colapso de la civilización tal como la conocemos.
Los supervolcanes representan otra amenaza significativa. Erupciones masivas, como la que ocurrió en el lago Toba hace aproximadamente 74.000 años, pueden liberar grandes cantidades de cenizas y gases en la atmósfera, provocando un “invierno volcánico”. Esto resultaría en una drástica disminución de la temperatura global y la destrucción de cosechas, llevando a una hambruna global y provocando el fin del mundo en un tiempo no muy lejano.
Aunque las predicciones científicas sobre el fin del mundo abarcan una amplia gama de escenarios, desde eventos astronómicos hasta desastres ecológicos y pandemias, la mayoría de ellos ocurrirían en un futuro distante pero no inevitables. No obstante, los avances de la ciencia son cruciales para mitigar estos riesgos y garantizar la supervivencia a largo plazo de la humanidad.