En ese plano, el presidente anticipó que buscará en primer lugar una reforma del sistema financiero para que sea “anticorridas” con un esquema de rescate que no dependa en ningún momento del Banco Central. “Cerrado el grifo fiscal, cerrado el grifo financiero, cerrado el grifo externo, porque el tipo de cambio va a ser libre, vamos a ir no solo a un sistema de libre competencia de monedas, sino que vamos a declarar la emisión monetaria un delito de lesa humanidad”, dijo.
Respecto a la dolarización endógena, planteó: “Al quedar fija la cantidad de pesos, y en la medida en que los individuos necesiten monetizar, van a traer sus propias monedas y van a hacer las transacciones en las monedas que deseen. Y si ustedes se fijan, eso va a hacer que cada vez el peso tenga muchísimo menos rol o importancia dentro de la cantidad de transacciones que se hacen, y va a llegar un momento en que va a ser tan chico que vamos a cerrar el Banco Central”, anticipó.
Los postulados del Presidente distan de las opiniones que vertió el equipo técnico del Fondo en su último informe, en el que trazó los contornos de una competencia de monedas como próximo paso (ya conversado, pero con cuestiones a definir en el futuro) de política monetaria. La visión del FMI cobra importancia al considerar que el Gobierno busca apoyo financiero adicional desde el organismo como paso para eliminar el cepo cambiario.
La visión del FMI sobre la competencia de monedas y su diferencia con la propuesta de Milei
La idea de competencia de monedas que tiene el FMI es menos disruptiva que la que deja saber Milei. “Si bien se están desarrollando los fundamentos clave, la eventual ‘competencia de monedas’ dentro del régimen podría dejarlo parecido al sistema de flotación administrada que prevalece hoy en Perú y Uruguay”, mencionaron los técnicos. Esos dos países tuvieron en décadas recientes, sistemas de economía bimonetaria que les permitió bajar la inflación de manera consistente. Ninguno de las dos naciones dolarizó por completo su economía, pero sí permitió la utilización de la moneda norteamericana para el ahorro y el intercambio.
“La estabilidad de precios seguirá siendo un objetivo primordial del Banco Central, en un contexto en el que los individuos son libres de ahorrar y realizar transacciones en las monedas que elijan”, anticipó el FMI. Aunque inmediatamente aclaró en la letra chica de un pie de página: “Otras monedas no tendrían curso legal y los pagos de impuestos seguirán realizándose en pesos”. Es decir, contradice la dolarización.
Sobre las limitaciones que tendría el BCRA ante un esquema de ese tipo, los técnicos enumeraron: “Al Banco Central se le prohibiría proporcionar financiación al gobierno y seguiría absteniéndose de transferir beneficios al Tesoro”.
También “mantendría sus funciones de prestamista de último recurso para instituciones financieras elegibles (solventes), continuaría esterilizando las compras de divisas y administraría la liquidez en el tiempo a través de operaciones de mercado abierto con títulos gubernamentales. Además, se seguirían perfeccionando las prácticas contables para que el balance del BCRA refleje el valor razonable”, planteó el FMI.
El Fondo nunca respaldó la idea de que siendo la Argentina un país bimonetario, la desinflación solo podía lograrse utilizando al tipo de cambio como ancla.
La gestión de Javier Milei negoció nuevas metas y en el primer trimestre de 2024 cumplió con todos los parámetros establecidos. El acuerdo, vigente desde enero de 2022, tiene una duración de 30 meses, la cual finaliza en junio de este año, y cuenta con 10 revisiones trimestrales, de las cuales ya se completaron 8 para determinar el cumplimiento de las mismas.
En primer lugar se pidió la reducción de la meta de superávit del 2,1% al 1,7% del PBI. Según explicó el Gobierno, esto se debe a la búsqueda de “proporcionar espacio adicional para ampliar la asistencia social (según sea necesario) y proteger los gastos de capital prioritarios”.
En segundo lugar, el Gobierno mantuvo la meta de acumulación de US$ 7 mil millones de reservas netas para fin de año, pero aumentó las metas del segundo y tercer trimestre (a US$ 10.900 millones y US$ 8.700 millones respectivamente). Finalmente, mantuvo en 0 el financiamiento del BCRA al Tesoro.
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