El quiebre abre ahora una serie de posibilidades y dispara una certeza: la elección del próximo 23 de junio adquirió una dosis de competitividad que tal vez no hubiera tenido y, por lo tanto, sumó una cuota adicional de imprevisibilidad. Es un caso extraño pero no inédito: una gestión y un intendente que llegan con buena imagen pero no pueden ofrecer una única opción electoral. El peronismo lo vivió en dos ocasiones el año pasado:le pasó en Coronel Moldes y en La Calera.
Río Cuarto es un caso distinto, por supuesto. Por magnitud y por idiosincrasia, pero los elementos que componen el escenario son similares. El justicialismo riocuartense no encontró los mecanismos y resolverá su interna en una elección general.
En los últimos días, después de que Nazario lanzara su candidatura, el gobernador Martín Llaryora y el oficialismo en general salieron a asegurar que no está dicha la última palabra, que hasta el 6 de mayo hay tiempo para conseguir la unidad y que hasta ese día no se darán por vencidos.
Ese es el discurso público. En privado son menos optimistas. Es más, dirigentes de primera línea de Hacemos Unidos dan por cerrada la posibilidad de un acuerdo. En la semana no hubo un solo contacto formal ni informal. Nazario y sus colaboradores más cercanos ya no solamente no le atienden el teléfono a Juan Manuel Llamosas; en los últimos días llamó Manuel Calvo, ministro de Gobierno y operador del gobernador, y se encontró con el mismo silencio.
¿Por qué nadie dice públicamente que no confían de verdad en alcanzar un acuerdo? Porque el oficialismo no quiere quedar como el responsable de la ruptura. “La que rompió fue Nazario,ella se fue sin atender un teléfono. En términos políticos, no sabemos qué busca. No tiene lógica lo que está haciendo, salvo dos posibilidades:o un proyecto puramente personal o un intento de revancha no sabemos contra quién”, dicen en el Palacio.
Los argumentos que se esgrimen de un lado y otro parecen hablados en idiomas distintos y, por lo tanto, suena improbable que se entiendan. El llamosismo señala el derecho del intendente a definir el proceso de su propia sucesión y cerca de Nazario enumeran una larga serie de reproches, entre los que se destaca el supuesto ninguneo al que fue sometida la exministra durante los últimos meses. “Ahora estas son las consecuencias”, señalan. Ya ni siquiera hablan de la posibilidad de una encuesta como elemento dirimente.
En los hechos, parece sumamente difícil que haya alguna manera honrosa o decorosa de llegar a un acuerdo. Los términos de la unidad implicarían, necesariamente, que uno de los dos se baje y han recorrido demasiado camino para abandonar ahora.
En el oficialismo no tienen dudas de que terminarán por encima de Nazario; confían sobre todo en el crecimiento de De Rivas en las encuestas -se conoció una que le da al secretario de Gobierno casi 8 puntos sobre su competidora-, en el poder de la estructura, en el plus que pueda dar Llaryora y en que la empresaria encara la campaña casi en soledad.
Hasta ahora, la expareja de De la Sota no ha hablado. Hace casi un culto del misterio. Sin embargo, sus allegados aseguran que en las próximas horas comenzará a dar notas periodísticas para exponer su idea de ciudad.
Puede ser un momento interesante. Sobre todo para saber desde dónde se posicionará como candidata. Es previsible que tratará de expresar el cambio ante la continuidad que puede representar De Rivas, ¿pero desde qué lugar lo hará? ¿Cuestionará el estado de la ciudad, la marcha del gobierno de Llamosas de manera abierta? Podría no ser tan sencillo para la candidata de La Fuerza del Imperio del Sur. Principalmente porque su fuerza política y dirigentes cercanos a ella han integrado el gobierno de Llamosas desde el primer minuto y siguen haciéndolo actualmente. ¿Podría criticar y desentenderse de un proyecto del que forma parte? Es todavía una incógnita.
La respuesta a ese interrogante empezará a delinear el perfil de la campaña que tendrá la ciudad hasta el 23 de junio. Uno de los riesgos para el oficialismo es pasar de una guerra fría como la actual a una guerra plena, frontal y caliente. Ya hay quienes prometen algunas jugadas no del todo limpias para desacreditar al otro sector del peronismo. Una campaña sucia sería un peligro enorme para los dos candidatos, pero una oportunidad para la oposición.
Juntos por el Cambio ya no es Juntos por el Cambio en la ciudad; el nuevo frente que encabeza el radical Gonzalo Parodi contiene a su partido, al Frente Cívico y a la Coalición Cívica. En el camino quedó el Pro, que padece una crisis de identidad y electoral en todos los frentes y que no sabe qué hacer con su alma. En RíoCuarto maneja tres posibilidades: acoplarse finalmente como socio externo a la oposición, presentar candidato propio o aliarse con el llamosismo. Así de desorientado está.
Pero, más allá del Pro, que si fuera con candidato propio podría exponer su actual insignificancia, el frente Primero Río Cuarto se encuentra ante una chance cedida por el oficialismo.
Hace 4 años, cuando Llamosas obtuvo la reelección, Juntos por el Cambio, que llevaba a Gabriel Abrile como candidato, recibió un plus de competitividad externo: la pandemia del Covid y el enojo de la gente con los oficialismos hizo que una elección que amenazaba con terminar con 20 puntos de diferencia fuera reñida hasta el final. Abrile perdió por menos de seis puntos. Ahora esa situación se repite: la oposición obtiene un potenciador de competitividad, pero ya no de una pandemia sino del oficialismo. El peronismo de 2024 es para Parodi lo que fue para Abrile la pandemia de 2020.
¿En qué pueden variar un escenario y otro? En la respuesta de la oposición, en la inteligencia que tenga para leer el tablero, interpretarlo y actuar en consecuencia. En 2020 armó una lista de concejales cerrada, dejó a sectores afuera, como al de Eduardo Scoppa y Miguel Besso, y terminó perdiendo.
El actual escenario implica para el principal frente opositor un peligro y una posibilidad. El riesgo es que la disputa electoral se enfoque principalmente en la interna oficialista y, por lo tanto, le quite visibilidad al resto. Parodi y su equipo deberán romper ese primer cerco.
La posibilidad, como se dijo, se vio alimentada por el quiebre peronista. La oposición podría aprovechar todavía más ese cuadro de situación. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si ante la dispersión peronista el radicalismo mostrara unidos al candidato a intendente y a quien fue su oponente, Abrile?
El contraste podría convertirse en un activo electoral para la oposición, más aún si el peronismo instala la campaña en un terreno de enfrentamiento entre sus dos vertientes. Porque a Parodi le permitiría contraponerle a la pelea oficialista, que en el discurso podría presentarse como la eterna discusión por los cargos, una imagen de acuerdo. Antes, por supuesto, ese acuerdo debería producirse, concretarse y exteriorizarse.
La elección riocuartense se ha vuelto impredecible y en el resultado podría ser determinante una cualidad que siempre gravita en la política:la astucia.
Fuente: https://www.puntal.com.ar/opinion/el-quiebre-la-culpa-y-la-astucia-n216118